Cuando una niña o un niño se introducen a la lectura de un libro, la magia se enciende. Esa magia que provoca la propia trama, transportando al lector a otros mundos, llenos de emoción y aventura, romance y fantasía, miedo y suspenso, o incluso nostalgia y tristeza; todo es posible encontrar en los libros. Pero esa magia no se completa sin la intervención de nuestros pequeños lectores, quienes, con su poderosa imaginación, dan vida a los personajes e historias que leen.
Aunque los adultos también disfrutamos profundamente de la literatura, nuestra intensidad emocional e imaginativa es mayor en la infancia, cuando la curiosidad por descubrir nuestro entorno era más ávida, cuando cada historia realmente ocurría en nuestro interior apenas abríamos el libro, y si la historia era buena no había vuelta atrás: teníamos que seguir leyendo hasta el final, porque no podíamos dejar abandonadas a todas las criaturas que dependían de nosotros para poder llegar al encuentro de su destino.
Si hacemos memoria, es probable que podamos recordar los libros que leímos en nuestra infancia, pero nuestra memoria nos guiará sobre todo a algunos de ellos, o quizá a uno en específico, que sobresalga entre todos porque nos gustó mucho o nos causó gran impacto, o incluso porque cambió nuestras vidas. Estas historias que llevamos siempre, sin saberlo, y que podemos revisitar y descubrir con nostalgia cuánto de ellas está presente en lo que somos ahora.
Es sin duda una experiencia maravillosa que deseamos que disfruten nuestras niñas y niños, sean de nuestra familia o no, de amigos o desconocidos; toda la infancia del mundo. Con este motivo, reunimos en esta exposición nuestros recuerdos y experiencias sobre ese momento mágico que se quedó con nosotros para siempre. Testimonios sobre las primeras semillas que nos formaron como lectores y que evocamos este Día del Niño y la Niña con cariño.